…Y vuelta a nuestra sede

El domingo pasado, 7 de marzo, hubo partidos y partidas, unos ganaron, otros perdieron….como siempre pasa en ajedrez; pero lo que no hubo, por diversos imponderables, fue la «Crónica del C» que publicamos ahora. No soy yo el que la firma sino nuestro anterior Presidente, Juan Carlos Ballesteros.

Siempre digo que un equipo son las personas que lo forman y cuando empecé las «Crónicas del C» no pensaba que el tiempo traería un giro inesperado a esas crónicas haciendo que, aunque sigo en el «C», las personas que lo formamos son diferentes pero con el mismo fiero e inconmovible espíritu: Hacer historia con el Club Ajedrez Getafe.

Hoy la crónica del «C» la firma mi compañero Juan Carlos Ballesteros. Que la disfrutéis porque la espera de esta semana ha merecido la pena, os lo aseguro:

«CRÓNICA DEL «C» – 7/3/2021 – LICEUM – GETAFE C – Juan Carlos Ballesteros

No hay jugador ni jugadora federada que, en sueños, no haya divagado con meter un gol de penalti en el último segundo, una canasta sobre la bocina o coronado un peón con apuros de reloj. Todas y todos quienes hemos competido alguna vez, ya sea de forma profesional o amateur, nos hemos creído Maradona, Jordan o Fischer, así como Navratilova, Polgar o Comaneci, según fuese el caso… ¡Faltaría más!

Por eso, si tu equipo gana fuera de casa 2,5-3,5 en el último match y eres tú quien otorgas el punto decisivo (cuando todo apunta a un empate), te crees el dios más guapo del Olimpo… o el elegido por Caissa, si de ajedrez va la cosa. Y de ajedrez, por supuesto, va la cosa en esta web.

Es en estas páginas donde anunciábamos la pasada semana nuestra vuelta a los tableros y donde ahora añadimos que también hemos vuelto a nuestra querida sede, al centro cívico del Cerro Buenavista de Getafe…, ¿y qué más se podría pedir?

Bueno, puestos a pedir, siempre viene bien una victoria, que es la que nos ha movido a escribir una nueva crónica sobre los avatares del Getafe C, ese equipo que el pasado domingo nos desplazábamos a la sede del Liceum. Porque fue allí, en su maravillosa sede (confortable y espaciosa), donde vivimos una victoria como colectivo, que siempre satisface más que aquellas que se puedan obtener de forma individual.

El bueno de Hugo, en el tablero 6, sufrió una derrota compensada con la victoria de su compañero Rubén (y su siciliana) en el tablero 5. Héctor, por su parte, hizo tablas en el tablero 4, dejando en 1,5 de 3 los puntos otorgados por la mitad del equipo.

Para nuestra tranquilidad, Ramos, en el tablero 2, declinó la balanza un punto a nuestro favor, pero, en el tablero 1, Dani sufrió una derrota que devolvió el match al equilibrio inicial. Y todo dependía, al fin, del tablero 3, o sea de quien esto escribe, de quien sueña de cuando en cuando con Caissa y de quien, como bien se pueden imaginar, ganó para satisfacción (y extrañeza) de propios y ajenos…

Lo normal es que un servidor ande mal de tiempo o en una posición complicada, pero, para variar, la situación sobre el tablero sólo podía derivar en unas tablas (lo más probable) o en una victoria muy sufrida. Y a ella me encaminaba cuando mi rival dejó caer la bandera y con ello la partida y con ello el resultado final del enfrentamiento. “Inmensa dicha”, que diría el “mediocre” Salieri.

Hoy, cuando terminábamos de colocar los trebejos para el encuentro de mañana, mi hermano (mayor) José Luis me preguntaba por esta crónica y yo, que no sé decirle que no (o quizás con algo de pudor por el resultado), le he dicho que la tenía preparada; terminada y dispuesta para que sirviera de acicate a los encuentros de mañana domingo. De esas partidas que disputaremos en nuestra sede… o en cualquier punto de la Comunidad de Madrid: sea la Sierra Norte o Aranjuez, porque, por encima de todo, “amamos el ajedrez”, como Saliere amaba la música.

Así, pues, ¡a por todas, familia!
Como Jordan o Navratilova.
Como Fischer o Polgar.