JOSÉ LUIS RAMOS
Al físico Arpad Elo se debe la invención de este sistema de puntuación, basado en un método matemático con base en cálculos estadísticos, que permiten evaluar y numerar la habilidad relativa de un jugador de ajedrez respecto a los demás conforme a sus resultados. En 1960 lo aceptó la Federación Estadounidense de Ajedrez y, en 1970, la Federación Internacional (FIDE).
Para bien o para mal, nos cambiaron la vida. Y desde entonces todos, sin excepción, nos la pasamos mirando de reojo nuestro Elo, el de nuestro rival y el de cualquiera que diga que juega al ajedrez, pues la siguiente pregunta será: «¿y qué Elo tienes?».
El domingo pasado, en el partido de nuestro equipo “A”, asistí a una conversación que me dio qué pensar: «¿Qué has hecho, Noel?», le preguntó un compañero. «Tablas», respondió él. «¿Y eso…? Cuando vi tu partida tenías mejor posición; parecía ganadora.». «Seguramente era ganadora -le dijo Noel-, pero el contrario me ofreció tablas y yo las acepté, porque con ese resultado ganábamos ya el partido». «¡Pero perderás algo de Elo!», le señalaron. «Eso es lo de menos, el partido ganado es mucho mejor».
Noel tiene razón, pensé. Lo importante, cuando jugamos ajedrez en equipo, es el resultado del equipo. El Elo individual de cada uno poco importa. Puede escocer perder unos puntos, pero lo crucial es ganar el encuentro por encima de los intereses personales y, por esa razón, incluso la decisión de aceptar o no unas tablas debe ser consultada con el capitán. Y es que esto del Elo parece algo muy importante, pero en realidad no lo es tanto.
Jugar sin complejos
Hay muchas situaciones, especialmente en Tercera, en las que el Elo incluso lleva a error, pues no nos da una idea cierta de la fuerza del rival. Porque el Elo en un jugador que lleve muchos años inactivo o que, por el contrario, esté «hincando codos» es un Elo engañoso. Por eso hay que jugar siempre sin complejos. Jugar sin confiarnos, respetando al contrario sin infravalorarle ni sobrevalorarle, pero jugar la partida lo mejor posible y siempre intentar ganarla.
En categorías superiores, el Elo sí suele corresponder con el nivel del jugador y aquí me parece importante destacar el papel de los primeros tableros, ya que tanto en Preferente como en Primera, suelen encontrarse nuestros jugadores con rivales de Elo muy superior. A pesar de ello, la lucha es la misma y estoy seguro de que tanto Víctor como Gago, en el “A”, así como Antonio y Horacio, en el “B”, darían por bien perdidos unos cuantos puntos de Elo a cambio de conseguir el ascenso. Un «sacrificio», digno de elogio, que todo el grupo valora.
Sin ir más lejos, este mismo domingo, en el partido del Getafe F, las sonrisas de Jorge Sánchez, segundo tablero, y de Inés Movilla, cuarto tablero, eran bien demostrativas de la alegría de la victoria del equipo, aunque una hubiese ganado y el otro hiciera tablas, pues estaba claro que el equipo había ganado… ¡y no creo que ninguno de ellos se acordase de su posible Elo en ese momento!
En resumen, si juegas en equipo, olvídate de tu Elo y disfruta de saber compartir victorias y derrotas. Y si no eres capaz de olvidarte de tu ránking Elo, juega torneos individuales, porque será allí donde encontrarás tu lugar exacto en la comunidad ajedrecística, siempre hablando de la habilidad relativa como jugador de ajedrez.
¡Qué el Elo, pues, no te convierta en un «lElo»!