Es habitual pensar que los hijos cuando son pequeños van donde lo hacen sus padres, toda regla viene confirmada por su excepción. El caso que nos ocupa, padres y hermanos fueron los que acompañaron a los benjamines de la familia.
Llegamos la última semana de junio a Salobreña donde se disputaba el Campeonato de España con dos chavales del club ajedrez Getafe, Jaime y Samuel portadores de ganas e ilusión por competir y medirse con los mejores jugadores sub10 de España y por disfrutar de una semana que combina familia, amigos y buen ambiente.
El hotel donde se concentraban la mayoría de los jugadores está situado en un saliente de la rocosa costa granadina lo que le permite tener unas vistas privilegiadas donde descansan el cuerpo y la mente de los adultos que allí se alojan y una piscina con animación que hacían las delicias de los jóvenes ajedrecistas que tomaban como suyas estas dependencias a partir de las 12:00 según terminaban las primeras partidas de la mañana a un ritmo de 90 min más 30 s.
Muy lejos nos han llevado Samuel y Jaime desde que al primero con 5 años recién cumplidos Jesús Soto le mostró como se movía el peón y la torre en la actividad extraescolar del colegio Seseña y Benavente y Jaime cuando no parecía tener edad de aprender estas cosas se colaba en las clases de Juan Carlos Ballesteros en el Centro Cívico de Juan de la Cierva aprovechando que estaba su hermano por ahí.
Toda esta aventura ha sido acompañada, animada y apoyada por Noel y Juan Carlos que tan generosamente entregan e invierten su tiempo y dinero en estos eventos. A ellos tuvimos que “acoger”como familiares para poder alojarse con nosotros en el hotel pues toda persona que no sea parte de la organización del campeonato tiene que tener alguna vinculación con los jugadores ¿No se hace realidad en este caso el “gens una sumus”?
Ellos dormían en la habitación de al lado donde a las 8:30 de la mañana unos nudillos golpeaban una puerta que se abría y se oía la voz de Juan Carlos que decía: “¡Adelante Samuel! ¿Qué tal? ¿Cómo estás? ¿Todo bien?” Y al punto se cerraba. Allí, junto a Noel daban ánimos, consejos y estrategias sobre lo que sabían del rival con el que se enfrentaba en cada ronda. A continuación, le tocaba el turno a Jaime “¿Qué apertura tienes pensada hacer?” le preguntaban y tras un intercambio de pareceres, le orientaban en un sentido o en otro.
Terminado nuestro desayuno procesionábamos hacia un edificio que estaba en frente del hotel en el que el bullicio era notorio, ciento cuarenta y tres jugadores, cada uno con su séquito, puntuales a la cita de las 10:00 de la mañana para empezar una nueva ronda. Mezcla de sueño y nervios se daban en la sala de juego hasta que el árbitro principal nos invitaba a desalojarla, dentro quedaban los delegados autonómicos, los árbitros y los jugadores para empezar una partida que en algunos casos se prolongó más allá de las 13:30. A partir de ese momento tomaba protagonismo la aplicación chess24 donde pudimos ver el desarrollo de algunas de ellas.
En la película del director Steven Zaillian “Buscando a Bobby Fisher” (1993), se ve como los responsables de la organización de un torneo en el que participaba el protagonista, encerraban a los padres en una especie de mazmorra para que no interfirieran en el desarrollo del juego y uno de los participantes bajaba e informaba con cuentagotas de cómo iban las partidas, sus progenitores estaban al borde del infarto por la poca información que les suministraban y la ansiedad que les generaba el no poder estar viéndolo in situ.
Esta situación se acabó en los torneos de cierta entidad. En la pantalla del teléfono móvil se mostraba en directo lo que en el tablero ocurría, para más inri un comentarista impersonal en forma de barra que oscilaba del blanco al negro en función de cada movimiento (el dichoso módulo) hacía ver a los que no somos capaces de observar los detalles de la disposición de las piezas en el tablero, el potencial que tenía un jugador para ganar o perder una partida. Cada uno de los padres o madres lo vivíamos a nuestra manera había quien prefería no verlo ni siquiera que le dijeran como iba su hijo (ya se encargaba ella de mirarlo a escondidas) y otros permanecíamos atentos al siguiente movimiento a ver si la barrita se teñía de blanco o de negro.
Nuestros jugadores tienen momentos para no olvidar en lo bueno y en lo malo de esta pasión en el que están envueltas las piezas del título de esta crónica.
La torre, pieza que suele despertar de su letargo a partir de la segunda mitad de la contienda no tuvo un buen protagonismo en una partida rápida de Samuel a un ritmo de 10 m más 3s.
En ésta, el rival tenía su rey acorralado, Samuel lo amenazó con una torre que no estaba defendida por su compañera en el tablero, pero sí en la cabeza de nuestro ajedrecista, en ese momento el rival pasó de estar repantingado en la silla resignado a su suerte a incorporarse con cara de sorpresa tras ver que se le ofrecía una pieza para ser capturada sin mayor oposición.
Las torres también han dado alegrías en esta segunda parte del campeonato de partidas rápidas donde sí se nos permitía estar presente en la sala de juego. Tras una serie de jugadas poco medidas con pérdida de 3 peones la cara de preocupación de Jaime era evidente, en un lance del juego vio el hueco y pudo situar dos torres alineadas en séptima, el rival al no saber qué hacer con semejante amenaza dejó que el tiempo transcurriera hasta que se le cayó la bandera. Jaime no ocultaba su alegría y alivio a la salida de esta partida que en algunos momentos se volvió angustiosa.
Damos paso a los peones. Estas…no piezas, que se convierten en la más poderosa tras una dura peregrinación a lo largo del tablero con su llegada a la octava fila.
Jaime tuvo la cruz con uno de ellos, el peón del rival en palabras de Noel se dirigía hacia su rey “como un misil” apoyado por otras piezas y con la inestimable colaboración de un francotirador situado en a6 en forma de alfil que impedía el enroque y el posterior alivio para el monarca. El peón ya situado en e4, descendió a e3 amenazando descubiertas y jaques de todos los colores. Mientras la dama de Jaime viendo desde la barrera el desastre que se avecinaba nada pudo hacer para evitar que el rival se hiciera con un valioso punto.
Samuel salió con una sonrisa de oreja a oreja tras ganar a uno de los muchos campeones autonómicos que allí se daban cita. Tras un ataque al enroque del rival con dama, alfil y torre salió de esa batalla con dos peones de más que se aventuraron hacia la octava fila, uno como caballero y el otro como escudero, una vez en séptima se despidieron los dos compañeros de viaje antes de que uno de ellos se ofreciera como víctima para que el otro se convirtiera en dama que se hizo dueña de la partida.
Estas son cuatro muestras de las de las 18 partidas que disputaron nuestros chicos, hubo más esa semana que no olvidarán como la partida a 3 min que jugaron con los GM Pepe Cuenca y David Antón tan populares para estos jóvenes ajedrecistas que se dejaron ver unos días por allí para disfrute de todos los participantes firmando autógrafos o haciéndose fotos con quien se lo pidiera.
Tampoco olvidarán los partidos de fútbol en un rincón de la zona recreativa del hotel en el que se veían niños de todas las autonomías jugando alrededor de un balón. Siendo compañeros de equipo los que por la mañana habían sido rivales en el tablero. Tampoco faltaron los chapuzones en la piscina para aliviar los calores y las tensiones vividas en la sala de juego o las batallas épicas dentro del agua donde Noel salió trasquilado con un codazo que se escapó en el fragor de la lucha.
Se acordarán de la tarde en la playa del pueblo de Salobreña donde disfrutaron con un enorme castillo hinchable anclado en el mar cerca de la playa o el “buffet libre” (también de autoridad paterna que les dicta en casa lo que deben comer), donde compartían mesa, mantel y risas con sus hermanos y otros compañeros de Madrid que ya conocían de la fase de clasificación del torneo autonómico.
Momentos que nunca olvidarán, que dejan un hermoso recuerdo a nuestros dos protagonistas y que sus familias, gracias a ellos, hemos vivido unos días que pondremos en el haber de las experiencias buenas.
Tras las despedidas, deseos de buen viaje y feliz verano, entonamos el “Pobre de mí” y como consuelo nos quedaremos con que ya falta menos para Salobreña 2020.
José Luis Movilla Serrano