Crónica de la 4ª jornada del Getafe C, por José Luis Ramos

Este domingo, 17 de diciembre, hemos coincidido dos equipos jugando fuera contra el mismo rival: San Fernando de Henares. El equipo A de Preferente y nosotros, el C, hemos resuelto el partido con distinto resultado. Ya desde el inicio, el A tuvo dificultades, pues a la hora de escribir el acta solo eran cuatro los jugadores presentes de seis tableros, lo que significaba que empezaban perdiendo 2-0.
Una situación complicada, que Noel, su capitán, me comentaba con resignación: “Si os pido ayuda a otros equipos, al final lo que se produce es una extensión del problema, así que he pensado que nosotros debíamos hacerle frente con nuestros medios, evitando trasladar nuestras carencias a los otros equipos”.
Estas fechas, con su carrusel de fiestas, compromisos familiares, exámenes de última hora, etc, hacen que se produzcan estas situaciones y creo que Noel tomó la decisión correcta, pues al final de la jornada todos los equipos ganamos nuestros partidos (desde el Getafe B al Getafe G), con excepción del A, que a punto estuvo de ganar el suyo, pese a disputarlo con dos jugadores menos.
En apenas dos horas de juego, ya habíamos ganado Andrés, Óscar y yo, quedando solo las partidas de Juan y Álvaro. Con la tranquilidad de saber que el partido estaba ganado, Juan intentó la victoria en un final de cuatro peones y alfil contra cinco peones y alfil del mimo color. Al final no pudo ser y tuvo que conformarse con las tablas.
Álvaro pudo ganar bien su partida, pero un error hizo que entrase en un final en el que tenía dos torres contra una torre, alfil y caballo del rival y cuatro peones cada uno. La peor estructura de los infantes fue decisiva, pero la batalla fue durísima hasta el final, pues siempre puedes tener chances de contragolpe en esas posiciones.

Alzheimer2017_002Si Noel te saca un peón, estás perdido…

Con el acta firmada de nuestra victoria, estuvimos pendientes de la resolución del partido de los compañeros del A. Solo quedaba la partida de Noel y el resultado ya era perdedor (3,5–1,5), pero nuestro compañero ganaba un peón en un final de torre y tres peones contra torre y dos peones. Su peón de más ya estaba en séptima y todos sabemos cómo se maneja Noel en los finales. Le encanta jugarlos, los disfruta y, especialmente, necesita saber que el contrario de turno sabe jugar ese final para confirmar lo que pueden parecer unas tablas teóricas.
Así pues, Noel no aceptó las tablas que su rival le ofrecía una y otra vez… y siguió jugando para llegar a un final de rey y dos peones contra rey y dos peones, pero en la que triangulando de manera perfecta ganó la oposición al contrario, ganando la partida. El rival, que quizá jugó muy confiado en que eran tablas sí o sí, no se creía el resultado y se enfadó echándole en cara a nuestro compañero que hubiese seguido jugando esperando el fallo del rival.
Hubo unos momentos de gran tensión en la sala, pues Noel le contestó que estaba en su derecho a seguir jugando hasta el final y el jugador de San Fernando no le quiso estrechar la mano y, con malos modos, se levantó de la mesa.
Explicar a alguien que no juega ajedrez la tensión que se produce en una partida, sea el nivel que sea, no es fácil. Siempre, en cada encuentro, tenemos que aprender a perder y a ganar, a perdonarnos nuestros errores y a aceptar los fallos del rival que nos encumbran y eso no es nada fácil, después de cuatro horas de lucha denodada que se resuelve por un error en un final “de principiantes”.
Esa es la grandeza del ajedrez y también su miseria.
Menos mal que, a la segunda cerveza que nos tomamos después de las partidas, conseguimos que Noel recuperase la sonrisa.